lunes, 31 de octubre de 2011

Lloré por tantas cosas...


Estuve llorando hasta bien entrada la noche.  Lloré como nunca antes lo había hecho; era aquel un llanto que no sé bien de dónde surgía, pero era como un llanto contenido, de siglos, como un llanto viejo que nunca se atrevió a salir, un llanto atroz…  Lloré por tantas cosas…, cosas que creía tener olvidadas pero que ahí seguían, esperando el momento de ser lloradas; pero lloré, sobre todo, por todas las palabras que a lo largo de mi vida había ido reuniendo, juntando cuidadosamente aquí y allá, con esmero, con decisión, con firmeza, por todas aquellas palabras que nunca supe armar y que poco a poco fueron sucumbiendo al paso del tiempo, y del olvido.  Lloré tanto y tanto que finalmente quedé dormido, exhausto, como fuera de mí.  Cuando desperté, sobresaltado en medio de la noche, me encontré inmerso en un mar de lágrimas, y bajo aquellas aguas tumultuosas que todo lo inundaban traté de buscar una salida, desesperadamente una salida; arañé el agua con mis manos, traté de gritar…, pero todo era océano, en todas las direcciones todo era un océano en el que no había ni principio ni final, ni antes ni después, norte o sur, este u oeste..., comprendí así  que ya todo había acabado, que allí, en medio de las más profunda y oscura nada acabarían mis días y mis noches, y sólo entonces me calmé, cerré los ojos e inspiré con todas mis fuerzas, noté como el agua inundaba mis pulmones, y el sabor a la sal..., y como, para mi sorpresa, era capaz de respirar en medio de tanta oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario