discurría por allí una atarjea
tal vez llena de sueños y de gritos
de chiquillos absortos en los ritos
de las tardes de verano marea
de aguas turbulentas donde se asea
el alma tras recorrer los finitos
territorios en los que los benditos
cuentos que el abuelo en su mente idea
tienen lugar en los atardeceres
de verano que el tiempo llevó lejos
al igual que al niño que un día fueres
al igual que el agua que por los viejos
cauces de otras vidas y otros seres
discurriera lenta
hurtada
lejos