donde
fuego y hielo se juntan,
en la cumbre que crepita
con su intenso e infinito
quejido de retamas que arden,
en la noche que se cierne
sobre nuestras humeantes
y lívidas cabezas
cubiertas de cenizas;
mudos
y pálidos testigos
del terrible
incendio
que por todas partes
nos rodea
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